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Sangre gitana derramada en Nazaret: el clan del Chele, roto por un crimen

Antonio Flores Castro, bisnieto del histórico patriarca José Flores 'el Chele', fue asesinado a cuchilladas a las puertas de esta iglesia evangelista en Nazaret / Fotografía: RRSS

El bisnieto del ‘rey de los gitanos’ asesinado en Nazaret: duelo, memoria y tensión en la comunidad

La figura del Chele, patriarca respetado en Valencia, reaparece entre el dolor tras el crimen de su descendiente

Un asesinato que estremece al barrio de Nazaret

Lo que parecía una discusión trivial acabó desatando una tragedia que ha sacudido profundamente al barrio de Nazaret, en Valencia. El pasado viernes, Antonio Flores Castro, de 24 años, falleció apuñalado a las puertas de la iglesia evangelista del barrio. Junto a él, su hermano Israel, de solo 17 años, resultó herido de gravedad. Ambos pertenecen a una de las familias gitanas más conocidas de la ciudad: son descendientes directos de José Flores ‘el Chele’, un patriarca histórico al que muchos llamaban “el rey de los gitanos”.

“Si el Chele levantara la cabeza…”

En la mente de muchos vecinos, familiares y líderes religiosos del barrio, resonaba una misma frase tras la tragedia: “Si el Chele levantara la cabeza…”. Lo decía, entre otros, un pastor evangelista, pariente de las víctimas, con el rostro desencajado por el dolor. Y es que José Flores fue un referente de paz, un hombre que sin haber pasado por una escuela supo ganarse el respeto de todos, gitanos y payos, gracias a su autoridad moral, su capacidad para mediar y su constante disposición para ayudar a quien lo necesitara.

El legado del Chele: respeto, mediación y comunidad

José Flores ‘el Chele’ nació en Cataluña, se dedicó durante años a vender relojes y tejidos y fue padre de 11 hijos y abuelo de 17 nietos. No sabía leer ni escribir, pero en el barrio de Nazaret era considerado un alcalde sin cargo oficial, un hombre que resolvía conflictos, que hablaba con abogados, policías y guardias civiles en nombre de quienes no sabían cómo defenderse. El periodista Guillermo J. Ortigueira lo llamó en 1976 “rey de los gitanos”, no por sus orígenes o por una autoproclamación, sino por su entrega a los demás.

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La visita de los reyes a las ‘casitas de papel’

Ese mismo año, durante un viaje oficial a Valencia, los reyes de España —Don Juan Carlos y Doña Sofía— visitaron el humilde hogar de la familia Flores, conocido por estar en el barrio más marginal de la ciudad: las llamadas ‘casitas de papel’ de Nazaret. La escena fue tan insólita como emotiva: palomas alzando el vuelo, banderas españolas ondeando y los monarcas besando a los niños del barrio. El Chele nunca olvidó aquel día, ni los vecinos tampoco. Ahora, con la muerte de su bisnieto, su figura vuelve a escena, no como un símbolo de respeto, sino como contraste ante la violencia sin sentido que golpea a la familia.

Una disputa banal que acabó en tragedia

Los hechos se desencadenaron tras una discusión aparentemente menor entre el pianista de la iglesia y la madre de las víctimas. Todo empezó con un comentario sobre la forma en que el joven músico tocaba el instrumento. El pastor del templo trató de calmar los ánimos, y al parecer, la situación quedó resuelta… o eso creían. Pero al día siguiente, el pianista regresó acompañado por familiares, y la tensión se palpaba en el ambiente. Antonio, inquieto, le dijo a su padre: “Papá, vámonos, me están mirando mal”. Serían las últimas palabras que Luis Flores escucharía de su hijo.

El ataque a la salida del templo

Mientras el padre se despedía del pastor, Antonio e Israel salieron del templo y fueron rodeados por varios individuos. Entre ellos se encontraba el propio pianista y otros dos hombres, presuntamente parientes suyos. En pocos segundos, se desató la agresión con arma blanca. Antonio recibió varias puñaladas en el tórax. Aunque fue trasladado rápidamente en coche particular, no logró sobrevivir. Su hermano, con heridas graves, permanece ingresado en el hospital La Fe.

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La policía actúa, la familia contiene la rabia

Mientras la familia Flores se enfrentaba al dolor y al desconcierto, la Policía Nacional detenía en Málaga a tres personas por su presunta implicación en el crimen. Se trata de dos hombres de 43 y 22 años, y una mujer que fue puesta en libertad tras declarar. En Valencia, la situación era tensa. Varios familiares, cegados por la rabia, se ofrecieron para “buscar a los culpables” y hacer justicia por su cuenta. Sin embargo, el padre de Antonio, Luis Flores, pidió calma. “No más violencia”, les dijo. Y sus palabras, por ahora, han evitado una escalada.

Una despedida multitudinaria con sabor amargo

El pasado martes, más de 200 personas acudieron al tanatorio municipal de Valencia para rendir homenaje a Antonio. En el culto evangelista, familiares, amigos y vecinos lloraban en silencio, rotos por la pérdida pero también orgullosos de pertenecer al linaje del Chele. El cortejo fúnebre recorrió el camino hasta el Cementerio General en un ambiente de respeto, indignación y memoria. Durante el sepelio, no fueron pocos los que, en voz baja, recordaban aquella visita real a las ‘casitas de papel’, cuando todo parecía posible y la esperanza tenía rostro humano.

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Antonio Flores, el joven asesinado en Nazaret / RRSS

Un crimen con ecos en toda Valencia

El asesinato de Antonio no es un hecho aislado. Es el reflejo de tensiones latentes, de conflictos que parecen menores pero que se agravan sin una cultura del diálogo y la mediación. La comunidad gitana de Nazaret, sacudida y dolida, reclama justicia, pero también respeto y reconocimiento. El recuerdo del Chele, aquel hombre que resolvía con palabras lo que otros hacían con cuchillos, planea como una sombra sobre los acontecimientos.


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